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lunes, 18 de enero de 2010

Santa Prisca


Cristiana de los primerísimos tiempos de la Iglesia, muy mal definida por datos históricos pero que sin duda alguna estaba allí, en Roma, y tuvo un comportamiento admirable que aún resuena en las palabras de san Pablo que podemos leer en el capítulo dieciséis de la epístola a los Romanos: --Saludad a Prisca y a Aquila, mis cooperadores en Cristo Jesús, los cuales para salvar mi vida expusieron su cabeza--.
Poco más se sabe de ella, si no es la Priscila, esposa del judío cristiano Aquila, que mencionan los Hechos de los Apóstoles; ¿la misma que dio nombre, quizá por donación de los terrenos, al cementerio de Vía Salaria? Simples conjeturas, y la tradición del siglo Vlll que hace de Prisca una virgen decapitada bajo Claudio en el camino de Ostia, y cuyos restos se trasladaron a la iglesia del Aventino, parece un cúmulo de fábulas piadosas.
Lo que sí continúa en pie es esta iglesia de Santa Prisca, elevada sobre un santuario de Mitra que aún conserva testimonios de los cultos paganos. Iglesia antiquísima, cuyos orígenes quizá se remonten al siglo lll, y donde se veneran recuerdos de dudosa autenticidad, como la pila bautismal - un capitel romano - en el que se supone que san Pedro bautizó a los esposos Aquila y Prisca. Una inscripción que se ha fechado en el siglo Xlll («Baptismum Sancti Petri») puede impresionar, pero no resulta convincente.
Tras esa maraña de dudas y leyendas, Prisca no es un fantasma de la credulidad de los fieles, sino el escueto perfil heroico de una «cooperadora en Cristo Jesús» de la que sólo sabemos con certeza--pero eso basta--que arriesgó su vida para salvar la del apóstol, servicio por el que entra en la inmortalidad.
Santoral Preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo