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jueves, 11 de febrero de 2010

Lourdes: Alegría y Consolación


En el profeta Isaías leemos:


"Festejad a Jerusalén, gozad con ella,todos los que la amáis,alegraos de su alegría,los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechosy os saciaréis de sus consuelos,y apuraréis las deliciasde sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:«Yo haré derivar hacia ella,como un río, la paz,como un torrente en crecida,las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela,así os consolaré yo,y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón,y vuestros huesos florecerán como un prado."

La alegría de la que nos habla el profeta Isaías que llena de fiesta y gozo a Jerusalen es la promesa de la consolación. Dios va a consolar a su pueblo como una madre consuela. Y al ver esa consolación se alegrará nuestro corazón.
Esta alegría llega a plenitud en el Nuevo Testamento. Dios, en Cristo, nos dice: "Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados".


El consuelo de Dios es objeto de la Esperanza Cristiana; Dios viene a consolarnos.


Pero ¿Qué es la consolación?


San Ignacio en su libro de los Ejercicios Espirituales en la tercera regla del discernimiento de espíritus dice: "llamo consolación cuando en el alma se produce alguna moción interior, con la cual viene el alma a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y como consecuencia ninguna cosa criada sobre la faz de la tiera puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. También es consolación cuando derrama lágrimas que mueven a amar a su Señor, sea por el dolor de sus pecaos, o por la Pasión de Cristo nuestro Señor, o por otras cosas ordenadas derechametne a su servicio y alabanza. Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma, aquietándola y pacificándola en su Criador y Señor."

Dios nos consuela aumentándo en nosotros la fe, la esperanza y la Caridad. Así es como Dios consuela.

Pero Dios, además de esto, tiene un modo muy especial de consolar. Ya no por medio de otra virtud teologal, que ya no existe, sino por medio del compendio de todas la virtudes que es María. Dios nos consuela también por medio de María.
Y como en el texto de Isaías, también en María se ve asociada la consolación a la alegría. No olvidemos que el anuncio a María de la consolación que Dios va a dar al mundo por medio de su encarnación va precedido por un: "Alégrate".


María es consciente de esta alegría y por eso ante su prima Isabel dirá que se alegra por que Dios ha mirado su humillación. Es entonces cuando María nos narra qué es lo que Dios va a hacer a través de ella: consolar a su pueblo derribando del trono a los poderosos y ensalzando a los humildes, etc...

El 11 de febrero la Iglesia celebra la fiesta de la Virgen de Lourdes. Precisamente allí la Virgen lo que hace es consolar.
El gran milagro de Lourdes no es la sanación física, que también se da. El gran milagro de Lourdes es que todos los que se acercan a aquella gruta a orillas del Gave salen consolados.
La gran mayoría de los enfermos salen con su misma enfermedad pero salen con un aumento de fe, de esperanza y caridad, es decir, salen consolados. Por eso María es consuelo de los afligidos, como la invocamos en las letanías del Rosario.

En Caná de Galilea María estaba pendiente de las necesidades de los hombres. También en Lourdes María está pendiente de las necesidades de sus hijos. Así es como actúa María en nuestras vidas. Ella está atenta a nuestras necesidades.

Pidámosle a María el ser instrumentos de la consolación de Dios. Para ello que María nos conceda estar atentos a las necesidades de los que nos rodean: familia, amigos, compañeros, etc...
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TESTAMENTO DE SANTA BERNARDETTE SOUBIROUS:

"Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas, por mi constante cansancio ... te doy gracias, Señor.
Te doy gracias, Señor, por el fiscal y el comisario y por las duras palabras del padre Peyramale.
No sabré cómo agradecerte, si no es en el Paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en que no viniste. Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas, por aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio .... te doy las gracias, Madre.
Por la ortografía que jamás aprendía, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.
Te doy las gracias porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido tú lo hubieses elegido...
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó 'hermana María Bemarda...”, te doy las gracias.
Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que colmaste de amargura...
Porque la madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación ... te doy las gracias.
Gracias por haber sido como soy, porque la madre Teresa pudiese decir de mí: "Jamás le cedáis lo suficiente...
Doy gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos, y que otras hermanas pudieran decir: "Qué suerte que no soy Bernardita"...
Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevarla a la cárcel porque te vi a ti, Madre ... Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me veían, la gente decía: '¿Esa cosa es ella?', la Bernardita que la gente miraba como si fuese una animal exótico...
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y enfermo..., por mi enfermedad que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento ... te doy las gracias, Dios mío.
Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus relámpagos, por tus rayos..., por todo. Por ti mismo, cuando estuviste y cuando faltaste ... te doy las gracias, Jesús".