Leyenda de la Virgen. Betanzos (La Coruña).
Muy inclementes eran los tiempos que en el segundo tercio del siglo XV corrían por Galicia y por las cercanías de Betanzos, a los que el débil y apocado monarca Juan II no podía ofrecer solución estable y justa. Los protagonistas del desbarajuste social, económico y religioso eran los condes de Andrade, de Altamira, de Ribadavia y Monterrey de Camiña, de Lemos, en ocasiones también los arzobispos compostelanos y el célebre Pardo de Cela. Los Concejos y Ayuntamientos organizaban sus milicias y Hermandades, al igual que los Prelados y los Abades. Betanzos fue escenario de crueldades y hasta el mismo palacio de Andrade fue incendiado. A todo esto se añadió una espantosa epidemia que dejó diezmadas muchas poblaciones.
Y en la Rua Traviesa de Betanzos habitaba la familia de los señores de Misericordia, que lo hacían también en San Pantaleón das Viñas, donde tenían unas propiedades. Uno de los miembros de esta familia se llamaba Don Rodrigo Bermúdez de Osorio, que era muy conocido y querido por su caridad, testimonio de vida ejemplar y devoción a la Virgen. Visitaba también a los enfermos y los socorría. Y una tarde, espoleado por las prisas se desplazó desde Betanzos hasta San Pantaleón das Viñas y al llegar a la casa de esta localidad, en sueños se le apareció la Virgen quien le hizo la revelación siguiente: «Grandes males afligen a la sociedad por los pecados de los hombres, pero las oraciones de los justos llegan hasta el trono de mi Hijo, dispuesto siempre a derramar los inmensos tesoros de su bondad y su gracia sobre el mundo y sobre aquellos por quienes un día arrastró el más terrible de los suplicios en lo alto del Calvario. Por eso... en el camino que conduce desde este sitio a la inmediata ciudad de Betanzos, te aparecerá una luz y mandarás allí mismo hacer una excavación donde encontrarás mi imagen: Te encargo que en el mismo sitio me levantes un templo con la advocación de los Remedios».
Obediente, recorrió el camino el caballero don Rodrigo Bermúdez, acompañado ya de varias personas y, al cavar sobre la tierra del camino, apareció una pequeña imagen de piedra admirablemente tallada y en muy buen estado de conservación, que inmediatamente fue reconocida y venerada como «Nuestra Señora de los Remedios». Pronto se erigió una capilla y enseguida comenzaron a proclamarse los hechos milagrosos de su aparición y tantos otros en favor de quienes acudían a encomendarse a su mediación. La Municipalidad tomó a su cargo la terminación de las obras, por haber muerto el caballero don Rodrigo Bermúdez, y el Ayuntamiento y la casa de los Misericordia ejercieron el Patronato del Camino con el que se identificaba la Virgen.
La referencia a los milagros realizados por la Virgen de los Remedios es muy rica y piadosa, sobre todo, para el mejor desarrollo de las cosechas, tanto por defecto como por exceso de aguas.
Con frecuencia en las Crónicas antiguas se refiere que tal o cual devoto «hizo las novenas y fue sano». Los enfermos que morían en el empeño de «novenarse» pidiendo a la Virgen su salud, eran enterrados en el cementerio, contiguo a la Casa de Novenas, que con él se comunicaba por un pasadizo.
La referencia a los milagros realizados por la Virgen de los Remedios es muy rica y piadosa, sobre todo, para el mejor desarrollo de las cosechas, tanto por defecto como por exceso de aguas.
Con frecuencia en las Crónicas antiguas se refiere que tal o cual devoto «hizo las novenas y fue sano». Los enfermos que morían en el empeño de «novenarse» pidiendo a la Virgen su salud, eran enterrados en el cementerio, contiguo a la Casa de Novenas, que con él se comunicaba por un pasadizo.