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viernes, 17 de septiembre de 2010

SAN ROBERTO BELARMINO 1542-1621

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"En la Iglesia de Dios no hay quien le iguale en saber", dijo de él el Papa al hacerle cardenal. Y en efecto, fue una las lumbreras de su tiempo, sabio, predicador, teólogo, polemista, autor devoto, metido en los asuntos más difíciles e intrincados de la época, y siempre con una independencia de criterio admirable.
Roberto Belarmino, que había nacido en Montepulciano de Toscana, ingresó en la Compañía a los dieciocho años (1560), pasando a ser profesor a Lovaina (1569-1576) y más tarde al Colegio Romano - predecesor de la actual Universidad Gregoriana -, donde sobresalió en la refutación de los errores de su tiempo (1576-1592). Su curso, recogido bajo el título de «Controversias», ha formado a generaciones enteras de apologistas y teólogos. Se ha querido incluso ver en este escrito una «Summa» de la Reforma católica.
Promovido al cardenalato en 1599, Belarmino se mostró en desacuerdo con Clemente VIII en una controversia teológico que el papa hubiera querido resolver por autoridad. Con objeto de apartar de Roma a un consejero al que no juzgaba suficientemente flexible, le nombró cardenal arzobispo de Capua (1602). Belarmino, pastor improvisado, se mostró desde el principio como un obispo modelo. Se dedicó a visitar las parroquias, predicando y dando catecismo hasta la extenuación de sus fuerzas, con una caridad sin límites para con los necesitados. A la muerte de Clemente VIII (1605), Belarmino tuvo que regresar a Roma, donde volvió a ocupar un papel de primer orden dentro de la Curia. Moriría en 1621. Su cuerpo descansa en la iglesia de San Ignacio, no lejos de aquel hijo espiritual suyo de otros tiempos, San Luis Gonzaga.


SANTA HIDEGARDIS DE BINGEN 1098-1179
hildegardisn.jpg (8719 bytes)Santa Hidegardis de Bingen fue una de las grandes místicas de la Edad Media. Sus escritos inspiraron incluso a santos tan influyentes como Bernardo de Clairvaux. También edificó un nuevo monasterio para su creciente comunidad de monjas (con agua corriente), mantuvo correspondencia con el Papa, aconsejó no sólo a laicos sino también a sacerdotes, escribió numerosas cartas, compuso himnos y dramas sagrados, y aún le quedó tiempo para escribir lo esencial de sus veintiséis visiones simbólicas que trataban de las relaciones entre Dios y la humanidad. Oh, sí, además viajó mucho a lo largo de Alemania.
Santa Hildegarda, obviamente, era creativa, llena de energía y muy atareada. El atareamiento podría haber sido una virtud para Santa Hidegardis, pero hoy en día es casi un vicio. Estamos tan acostumbrados a colmar nuestra vida de actividades, que llegamos a creer que hemos de hacer al menos dos cosas al mismo tiempo para ser capaces de llegar a algo.
Hoy, tómate un respiro del atareamiento de la vida. Arroja fuera todos los debiera, tengo que, he de; Junto con ellos, arroja fuera la culpabilidad que te dice que no estás haciendo lo suficiente. Estás consiguiendo exactamente lo que necesitas conseguir. Si no llegas a hacer todo lo que planeaste, quizá es que planeaste demasiado. Simplemente por hoy, haz menos en vez de más. La vida es demasiado corta para gastarla en el atareamiento.
ALBERTO DE JERUSALÉN, obispo y legislador   + 1214)
albertojerusalenn.jpg (20469 bytes)Nació en Castel Gualtieri hacia la mitad del siglo XII de la familia Avogadro o de los Condes de Sabbioneta.
En la biografía que sobre él escribieron los Canónigos de Vercelli, a los que perteneció, se le pinta así: "Fue muy amado de Dios y de los hombres, y para referir sus virtudes y memorias no somos capaces, pero para que tan ejemplares virtudes de varón tan excelso no pasen por alto y para que sean modelo para generaciones futuras, nos decidimos a escribirlas".
Poco sabemos con certeza de sus primeros años. Por la sabiduría que después demostrará, puede afirmarse que frecuentó las mejores escuelas de su tiempo en las que progresó maravillosamente, llamando la atención de cuantos convivían con él, tanto maestros como condiscípulos.
Ya de muy joven huyó del mundo y se retiró a un valle solitario donde había una Monasterio de los Canónigos Regulares. El 1180 y fue elegido Prior de los Canónigos Regulares de Santa Cruz de Mortara (Pavía). Como Prior de aquel Monasterio dejó huellas muy profundas, a pesar de que sólo lo fue durante cuatro años. Cuentan las Crónicas que era el primero en asistir al rezo del coro v también a los trabajos del Monasterio. El trabajó con toda su alma para que reinara la observancia y unión fraterna entre todos aquellos buenos Canónigos.
El año 1184 fue elegido obispo de Bobhia y al año siguiente fue trasladado a Vercelli, gobernó la iglesia durante veinte años con gran prudencia y sabiduría.
Los Papas le encomendaron misiones muy delicadas entre reyes y príncipes de diversas naciones y en todas demostró enormes cualidades de gran diplomático y conciliador.
Al renunciar el cardenal Godofredo al patriarcado de Jerusalén, los Canónigos regulares del Santo Sepulcro eligieron como sucesor a San Alberto. Les apoyó en esta elección el mismo rey de Lusiñán, Amalrico Il, y el 1205 el Papa Inocencio confirmaba este nombramiento. En aquellas Letras decía el Papa: "Aunque nos eres muy necesario en la región de Lombardía, pues confiamos plenamente en ti para que nos representes incluso en los más difíciles asuntos "...
Al anunciarles a los Prelados de la Tierra Santa el mismo Inocencio lll este nombramiento, les decía que les ''enviaba a Alberto, varón probado, discreto y prudente como Iegado suyo para la provincia eclesiástica de Jerusalén".
A principios de 1206 llegaba a Tierra Santa, pero al no poder habitar en Jerusalén, porque estaba ocupado por los sarracenos, fijó su morada en San Juan de Acre, a pesar de que esta ciudad ya tenía su propio obispo.
Durante estos años de Patriarca, continuó gozando de la confianza del Papa Inocencio III, quien le encomendó muy delicadas misiones y de todas ellas salió airoso este hábil diplomático.
Por estos años, del l206 a 1214, a petición de los eremitas del Monte Carmelo, les entregó la Regla, llamada por ello "Regla de San Alberto'', ''al hermano B.  y demás eremitas que moran en el Monte Carmelo ''. Es una preciosa Regla que consta de 18 capítulos. Es un rico arsenal de Sagrada Escritura y de vida religiosa. Viviéndola se santificaron grandes santos como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, María Magdalena de Pazzi, Simón Stock, Teresa del Niño Jesús, Edith Steinn, Tito Brandsma, etc... Todos los carmelitas en todas sus ramas.
El 14 de septiembre, en Acción, mientras presidía una procesión, fue apuñalado por el maestro del Hospital del Espíritu santo, al que había reprendido por su mala conducta y depuesto de su cargo
SAN PEDRO DE ARBUES     +1485
pedroarbues.jpg (7697 bytes)San Pedro de Arbúes fue inquisidor y mártir, como dos tocayos suyos, el Beato Pedro de Castelmán y San Pedro de Verona. De este modo, de las páginas de la leyenda negra española, pasó a las del catálogo de los Santos.
Nació en Epila, Zaragoza, el 1441, hijo de Antonio y Sancha, descendientes de sangre real. Pedro, joven intrépido, sobresalió pronto en la virtud.
Era de inteligencia muy despierta. Después de cursar Humanidades en Lérida y Zaragoza, fue a ampliar estudios en Leyes, en el célebre Colegio Mayor de San Clemente, fundado en Bolonia por el cardenal Gil de Albornoz. Allí pasó cinco años de estudio intenso, trabajo constante, haciendo honor al tesón aragonés. Hasta le encomiendan una cátedra en la Universidad. Todos admiran su vasta ciencia y su acrisolada virtud.
El 1474 es nombrado Canónigo de la Metropolitana del Salvador, la Seo, en Zaragoza. Se resiste. Pero acepta, dice al arzobispo don de Juan de Aragón, "para procurar la gloria de Dios y servir mejor a la Iglesia". Se ordena sacerdote y se coloca bajo la Regla de San Agustín. Escoge como lema de su vida la caridad de Cristo. Es un hombre humilde, abnegado, generoso, muy exigente consigo mismo, comprensivo con los demás.
Entrega su tiempo por completo al estudio, al Coro, a la beneficencia, a la formación de los que aspiran a servir en el Santuario. Le llaman "el santo Maestro de Epila". Pedro en cambio, dice sinceramente de sí mismo: "Debo convertirme de mal sacerdote en buen mártir".
En 1482 fue establecida en España por los Reyes Católicos--con aprobación de Sixto IV--la Inquisición, para reprimir la herejía y lograr la unidad religiosa. Hubo seguramente excesos, aunque el fin era bueno. "Hubo siempre un deseo de proceder con rectitud", dice el protestante Schafer.
De Pedro de Arbúes, elegido Inquisidor del Reino de Aragón, consta que actuó con delicadeza y caridad en tan difícil oficio. Más que juez, era un padre bondadoso. Pero también sabe obrar con rectitud, sin temor a comentarios malévolos, a escándalos farisaicos y a viles amenazas.
Los judaizantes se reúnen en conciliábulo: "Se impone matar el Inquisidor. Muerto él, no osarán venir otros". Siete facinerosos se conjuran para cometer el crimen sacrílego. Pedro se entera: "Nada temo, dice el nuevo Beckett, yo guardo el honor de Dios y de su Fe".
Y a pesar de las amenazas, la noche del 14 al 15 de septiembre, llega Pedro a la Seo para el rezo de Maitines. Los conjurados le esperan agazapados tras las columnas. Pedro se acerca al altar y cae cosido a puñaladas, mientras decía: "Bendito sea Jesucristo, pues muero por su Santa Fe". Dos días después, el 17 de septiembre de 1485, expiró, perdonando como Jesús a sus enemigos. El Papa Pío IX, odiado y perseguido por las sectas como Pedro de Arbúes, lo canonizó en 1867.

OTROS SANTOS:  Las Llagas de San Francisco; Columba, virgen y mártir; Martín de Finojosa, obispo; Justino, presbítero; Flocelo, niño, Adriana, Agatocila, Narciso, Crescención, Sócrates, Esteban Valeriano, Macrino, Gordiano, mártires: Sátlro, Francisco,  Lamberto, confesores.