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sábado, 2 de octubre de 2010

SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS



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La fiesta del 29 de septiembre nos asociaba a los ángeles en aquello que es lo fundamental de su vocación. Pero la Memoria de los Ángeles Custodios nos trae también el recuerdo de otra función de los ángeles: la de mantener cerca de los hombres una presencia fraternal. En efecto: «Dios, en su Providencia amorosa, se ha dignado enviar para nuestra custodia a sus santos ángeles». El Antiguo Testamento evoca con frecuencia la intervención de algún ángel para guiar a los patriarcas en sus peregrinaciones o para proteger al pueblo de Dios cuando éste entra en la tierra de Canaán; y el Salmo 90 nos hace cantar: "A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en sus caminos. Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra". También Jesús hablaría de esa asistencia, que nos garantiza, de los ángeles. Al recordar la dignidad de los niños, declara: «Sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial». Por consiguiente, apoyándonos en sus propias palabras, le pedimos al Señor que nos veamos «Siempre defendidos por la protección de los ángeles Y gocemos eternamente de su compañía».«Dios te enviará a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos», dice el salmo 91, y un poeta moderno, glosando la oración infantil de «cuatro ángeles tiene mi cama», precisa más la intimidad individual con el Custodio:
«Pero un solo ángel/tiene mi espíritu./ Un solo ángel/(el más amigo)».
Antes, a los niños, después de enseñarles a rezar a Dios y a la Virgen María, se les enseñaba a invocar todas las noches al ángel de la Guarda, hermano mayor espiritual, compañero aventajado por la visión de Dios, tutor, guía, centinela, escudo, discretísimo e invisible maestro en los peligros cotidianos, aliento, aguijón, consejo, confidencia.
Y esa figura angélica - venerada en la Iglesia por lo menos desde hace quince siglos -, acoplada a nuestra debilidad como un plus sobrenatural de sostén y ayuda, aunque hoy se quiera relegar a la nursery, junto con mitos vagorosos y consoladores de hadas y enanos buenos, sigue siendo un punto de la fe para chicos y grandes.
Delegados celestiales junto a nosotros, para creer en los custodios se necesita la fe que hace niños; nos los imaginamos etimológicamente como mensajeros de Dios, radiantes y alados, con una hermosura que no es de este mundo, incondicionales del alma, dulces e inflexibles como un amigo que nos quiere bien, soplando, como apuntadores a lo divino, las inspiraciones más altas.
«Fuerte compañía - el poeta enmendaba la jaculatoria popular - que no nos desampara ni de día ni de noche, atentos a cada segundo, porque todos son preciosos, de nuestra titubeante existencia, interviniendo en ella con misteriosos aletazos que nos desconciertan. Y sabiendo que al fin nos va a presentar ante el Señor con la serena sonrisa del trabajo bien hecho (y en silencio) para que podamos llegar de su mano a la Ciudad de la Luz.
BEATO ANTONIO CHEVRIER, presbítero ( + 1879)
antoniochevrier.jpg (20092 bytes)El beato Antonio Chevrier tuvo a la ciudad de Lyon como teatro de su vida. Allí nació en 1826, fue ordenado sacerdote en 1850, murió en 1879 y fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en el año 1986, el 4 de octubre.
En Lyon desarrolló todo su fecundo apostolado. El año 1856 es una fecha clave en su vida. Trabajaba como coadjutor en un barrio, que sufre una tremenda inundación por el Ródano. Recorre el barrio en barca, con peligro de su vida, para salvar a los damnificados. Entonces sucede lo que llama su conversión. Ese año, en Navidad, meditando ante el Pesebre "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros", decide seguir a Cristo en su amor al hombre, en su humildad, en su desprendimiento y amor a la pobreza.
Las revoluciones industriales y culturales en Francia habían apartado a los obreros de la Iglesia. Chevrier será un pionero del apostolado social. Se plantea un interrogante: ¿Cómo comunicarse con el pueblo? Recibe una inspiración de lo alto: "Jesús, pobre en el Pesebre Dios encarnado, me convirtió". Y toma una decisión radical y definitiva: Hacer como Jesús: rebajarse, acercarse a los hermanos para elevarlos.
Adquiere una sala de baile, "El Prado". Funda allí la Providencia del Prado, para recoger golfillos, para iniciar sus catequesis a jóvenes obreros. Poco a poco, los obreros, anticlericales, le reconocen como padre y amigo: "atendía y amaba a sus hijos". Si los pobres y obreros, decía, no vienen a la iglesia, iremos nosotros a buscarlos, como hacía Jesús.
Fue un día a Ars, a verse con Vianney. El Santo Cura le animó en su tarea. Los dos viven la radicalidad y el celo pastoral, con distinto estilo: uno en la iglesia, el otro fuera. Se hicieron amigos. A los que iban de Lyon a Ars a confesarse, les decía Vianney: "¿Por qué venís? En Lyon tenéis un santo, el P. Chevrier. Acudid a él, no os defraudará".
Fue párroco por un breve tiempo. No cobraba los derechos parroquiales, por miedo al dinero, y esto no era bien visto por algunos colegas. Lo dejó. Lo suyo eran los obreros. Se le unen otros sacerdotes con el mismo espíritu y funda la Sociedad de los Sacerdotes del Prado, hoy extendida en 34 países, donde trabajan sobre todo en suburbios, y también como obreros, como lo hizo su miembro más ilustre, Mons. Ancel.
La espiritualidad del Prado se basa en tres pilares: el Pesebre, la Cruz y la Eucaristía. "Pobres y despojados como Jesús en el Pesebre, crucificados como Jesús en la Cruz, comidos como Jesús en la Eucaristía. El sacerdote es como Jesucristo: un hombre despojado, un hombre crucificado, un hombre comido. Hay que hacerse un buen pan para todos".
Todos necesitan atención, pero nuestro carisma son los pobres, repetía Chevrier a sus seminaristas y sacerdotes. Además, insistía, los ricos están mejor atendidos, incluso por la Iglesia. Por otra parte, los pobres están mejor dispuestos para aceptar y entender el Evangelio, como se ve en San Pablo (l Cor l, 26-30). Cuando Jesús dice, ¡ay de los ricos!, lo dice por todos, pero más aún por sus servidores más cercanos, sus sacerdotes.
"Hay que estudiar a Jesucristo y luego aplicarlo en la vida. Que al vernos digan: he aquí a Jesucristo. Debemos reproducir, en el exterior y en el interior, las virtudes de Jesucristo: su pobreza, su oración, su amor".
"¡Señor, decía el P. Chevrier, si tienes necesidad de un pobre, heme aquí! ¡Si tienes necesidad de un loco, heme aquí! Que piensen lo que quieran, que me miren como a un loco, poco me importa, yo soy de Jesucristo " .


Otros Santos: Saturio, penitente; Nª Sª de la Academia; Leodegario, obispo; Modesto, Primo, Gerino, Eleuterio, Cirilo y Secundario, mártires.
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