San Pablo poseía una personalidad harto poderosa y suficientemente atrayente como para cautivar a hombres tan dispares como Lucas, Timoteo y Tito, y convertirlos en sus colaboradores.
San Timoteo, hijo de padre pagano y madre judía, nace en Listra de Licaonia (Asia Menor), y en la flor de la juventud se hace discípulo de Cristo.
Trabaja por el Evangelio en su propia ciudad. Y desde la primavera del año 50, acompaña a Pablo por Éfeso y Jerusalén, por Frigia. y Galacia, por Salónica y Corintio, por Troya y Macedonia, por el Peloponeso y Roma. Pablo reconoce: "No tengo nadie que comparta mejor mis sentimientos... Me ha ayudado, en la predicación del Evangelio, como un hijo ayuda a su padre". Lejos de su maestro en el momento en que iba a rendir su testimonio supremo, recibió de él esa Segunda Carta a Timoteo que es el testamento espiritual de San Pablo. Después Timoteo pasaría a gobernar la Iglesia de Éfeso.
Si Timoteo fue el confidente, Tito era el negociador, aquél a quien Pablo enviaba a disipar los malentendidos y a apaciguar las discordias; y, asimismo, aquél con quien podía contar el Apóstol para organizar una nueva Iglesia. Al modo de San Timoteo, acompaña también a Pablo en sus correrías apostólicas, por Corinto, Nicópolis del Epiro y Creta, la isla de su trabajo, el fiel discípulo Tito; antiguo pagano que después sería, en frase de San Pablo, "hijo verdadero según la fe, apóstol, y gloria de Cristo".
Recibió de Pablo una epístola en la que el Apóstol invita a los cristianos a «vivir en este mundo en justicia y santidad», aguardando la manifestación de Cristo.
Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo