El Beato Raimundo Lulio "el Doctor Iluminado", Caballero andante a lo divino, filósofo, místico, trovador y poeta, nació en Mallorca en el siglo XIII. Se casó y tuvo dos hijos.
Decide reparar una primera juventud de frivolidad, entregándose del todo a presentar razonadamente el contenido de la fe, a promover las misiones y a liberar el Santo Sepulcro.
Tras la muerte de su esposa, puede vivir libremente el modo religioso franciscano.
Escribe en prosa y verso libros de filosofía y teología, dedicados especialmente al mundo árabe y judío: Arte magna, Árbol de la Ciencia, Contemplación en Dios, Blanquerna, Cántico del Amigo y del Amado, Canto de Ramón, Cien nombres de Dios.
Por su didáctica intuitiva y el símbolo de su poesía, quedará como una figura cumbre de la lengua catalana, en el siglo XII.
Crea en Mallorca el Centro de Estudios Orientales, de Miramar. Viaja por Europa, África y Asia. En todos sus continuos ajetreos sólo le movía la gloria de Dios. Así cuando visita a Felipe el Hermoso de Francia, y a Jaime II de Aragón y su esposa la dulce Doña Blanca "reina blanca de blanca paz", a la que dedica un Libro sobre la oración. Así cuando acude a la Corte de Roma, y al Concilio de Vienne, durante la cautividad de Avignon, y emplaza al papa Clemente V ante el tribunal de Dios, si el Concilio se malograra.
Aún hervían más empresas en su cerebro. Planea en su opúsculo De Fine la conquista del norte de África, pasando por Málaga y Granada, como el mejor camino para la redención del Santo Sepulcro de Jerusalén, que, con lágrimas en los ojos, había visto abandonado en su viaje a Tierra Santa.
En 1314, ya octogenario, salía de Mallorca para su último gran viaje al África.
En Túnez, una vez más, sufre tales vejaciones de parte de los sarracenos, que, aunque luego sobreviviera, será venerado como mártir.
A Mallorca volvió, vivo o muerto, el año 1315. Allí había nacido hacía ochenta años. Allí reposan sus restos que aún parecen gritarnos las palabras del Amado: "Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a mis ojos, que son fuentes de lágrimas, y si queréis fuego, venid a mi corazón y encended en él vuestra antorcha". Así contesta el Amado al Amigo.