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martes, 11 de mayo de 2010

SAN PANCRACIO, MÁRTIR


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Lo que se sabe de él con certeza cabe en un renglón: fue un mártir romano que recibió sepultura en la Via Aureliana, al pie del Giannicolo, donde una iglesia perpetúa su nombre. Ya con carácter muy dudoso se nos dice que era un huérfano de la Frigia que se instaló con su tío en Roma, allí se hizo cristiano gracias al papa Cornelio y al no querer renegar de su fe fue decapitado a los catorce años.
Sea como fuere, su culto es muy antiguo, y se le solía invocar contra el perjurio, suponiéndose que castigaba con la parálisis y con la muerte a quienes juraban en falso; también venerado en Alemania como patrón de los caballeros, no se sabe por qué, y en Francia como abogado de los niños, lo cual es más lógico, ya que dicen que murió de corta edad.
En Inglaterra fue asimismo muy popular, y en Londres la parroquia de Saint Pancras dio su nombre al barrio y hoy perdura en una estación de ferrocarril. En otros países su imagen preside multitud de hogares y tiendas, niño vestido de romano con la palma del martirio y levantando un brazo protector.
Los santos más populares, como Valentín, Antonio de Padua, Nicolás o Rita, suelen serlo por razones muy prácticas, y eso ocurre también con san Pancracio, que tiene la valiosa intercesión de proporcionar salud y trabajo, dádivas no muy espirituales, pero sin duda de primera necesidad.
Contra el paro y contra las enfermedades ahí está san Pancracio, "el que lo puede todo", que partiendo de un origen tan oscuro ha llegado a tener tantos devotos. No desdeñemos hipócritamente dos grandes fundamentos de nuestra vida - la salud y el trabajo -, añadiendo quizá la petición de hacer buen uso de ambas cosas.
San Pancracio padeció el martirio en Roma en el mismo día, y acaso en el mismo año, que los santos Nereo y Aquiles (304 ó 305). Si la basílica de la vía Aurelia atrae menos a los peregrinos que la de aquellos sin embargo, Pancracio es un santo popular en Roma, antaño se llevaba a los recién bautizados a su tumba el domingo de Pascua. Aún hoy suelen los jóvenes reunirse allí. ¿No fue Pancracio, como Inés, el modelo de los «corderos recién nacidos que no dudó en sacrificar su juventud por permanecer fiel a  Cristo? Según la tradición, en efecto, Pancracio e Inés de Roma seguían el mismo camino que trazara, en el año 177, Póntico de Lyon, "un muchacho de quince años", el camino que seguirá más tarde, Segunda de Thuburbo (Túnez), chica doce años, y el mismo camino en el que se comprometerían un lejano día, los mártires de Uganda (3 de junio). En Jesucristo no hay ya jóvenes ni viejos: el amor del Señor lleva a su plenitud a los corazones en los que penetra en profundidad.