Nació por el año 1085 en Vercelli, como indica su nombre, en el norte de Italia. Pocas cosas sabemos de su nacimiento e infancia, pero sí de su juventud y mocedad como un prodigio de mortificación y de don de milagros.
Cuando todavía era un mancebo hizo una peregrinación a Santiago de Compostela que en su tiempo era muy popular y que hacían casi todos los cristianos que podían. Pero él lo hizo de modo extraordinario: Se cargó de cadenas, que casi no podía arrastrar por su gran peso, y apenas tomaba bocado. San Guillermo de Vercelli se hizo también a la idea de marchar en peregrinación a Jerusalén. Su buen amigo San Juan de Matera le dijo que Dios tenía otras cosas en mente, pero eso no iba a detener a Guillermo. Se puso en camino a Tierra Santa, pero fue atacado por unos ladrones antes de haber llegado lejos. San Guillermo reconoció el ataque como una verificación por parte de Dios del consejo de Juan, y volvió a casa. Que se nos cierre una puerta en las narices, como ocurrió con el acariciado deseo de San Guillermo de realizar una peregrinación, naturalmente que es un contratiempo. Cuando eso sucede, está bien que pasemos un poquito de tiempo lamentando nuestra pérdida y sintiendo pena de nosotros mismos. Pero sólo un poquito de tiempo. Ciertamente que no más de veinticuatro horas. Luego, es tiempo de empezar a buscar la ventana abierta. A San Guillermo la ventana le vino en forma de montaña. En las laderas del Monte Vergine fundó la que sería la primera de varias comunidades religiosas. El solía decir a los monjes que trataban de imitar su vida y pretendían seguirle a todas partes: "Es necesario que mediante el trabajo de nuestras manos nos procuremos el sustento para el cuerpo, el vestido aunque pobre y medios necesarios para poder socorrer a los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos". Ahí estaba sintetizada la vida que él llevaba y la que quería que vivieran también cuantos quisieran estar a su lado. Desde este Monte Sacro, que ahora se llama como en tiempos de San Guillermo, Monte de la Virgen, nuestro Santo continuaba ejerciendo un gran influjo por medio de su oración y vida de sacrificio. Lleno de méritos. murió el 25 de junio de 1142. Los ermitaños, después de su muerte fueron incorporándose del todo a la regla benedictina tan admirada por San Guillermo. |
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Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo