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miércoles, 4 de agosto de 2010

SAN JUAN MARIA VIANNEY 1786-1859

juanmariavianneyn.jpg (13074 bytes)Los sucesos principales de la vida de San Juan María Vianney son conocidos de todos: su infancia en Dardilly (no lejos de Lyon), donde nació en mayo, día 8 de 1786, de padres honrados, cristianos y pobres. Fue bautizado el mismo día de nacer. A los nueve años todavía no sabía nada a no ser un poco de catecismo. A los once recibió los sacramentos de Penitencia y Eucaristía. Eran malos los tiempos por los que atravesaba Francia.
Por la mente de Juan María corrió siempre el deseo de llegar algún día a ser sacerdote... Pero no sabía nada y no había ningún maestro que estuviera dispuesto a enseñarle las primeras letras. Le costaba mucho aprender.
Por fin ingresó en el Seminario. Tenía 25 años cuando, en 1811, recibía la tonsura clerical. Al año siguiente empieza los estudios filosóficos. No le entran con facilidad. Por fin en junio de 1815 recibe el diaconado. Es un gran gozo para él.
Pero los superiores dudan si debe ordenarse sacerdote o rogarle que abandone el seminario, porque el sacerdote, piensan, debe ser un hombre de letras y a Juan María no le entran.
Era el 13 de agosto de 1815 cuando recibió este don del sacerdocio Saltó de alegría. Ya era lo que tanto ansiaba. Ya estaba dispuesto a morir por el rebaño que le fuera encomendado.
Ars era un pueblecillo pequeño y pobre y allí fue destinado este hombre lleno de ilusiones y con ganas de entrega, se llegaba a la pequeña parroquia de Dombes que se haría famosa en el mundo entero (1818), la transformación de Ars por obra de su celo y de su enseñanza catequética, pero, sobre todo, por su oración y penitencias, y más tarde la irrupción de las multitudes que, durante años, llenaron en oleadas incesantemente renovadas los caminos del pueblo y abarrotaban la iglesia desde el amanecer, y, por fin, la muerte de este sacerdote, extenuado por la fatiga y transfigurado a causa de la alegría interior, una radiante mañana de agosto de 1859: ¡Qué muerte tan agradable, cuando se ha vivido en la cruz». Mas, no cabe duda de que es menester haber ido en peregrinación a Ars, haber visto su pobre lecho y el tosco calzado, la pequeña iglesita y el púlpito al pie del cual se sentara Lacordaire -, el confesonario, en el que el santo pasaba a veces hasta catorce horas al día; es menester haber meditado las páginas de sus sermones, con su escritura y sus faltas de ortografía, para comprender, una vez más, cómo el Señor se complace en "lo que no cuenta para anular a lo que cuenta" (1 Co 1, 28).
¿Alguna vez tienes la sensación de no pertenecer realmente a este mundo? ¿De pertenecer realmente a un tiempo o lugar diferentes? Aunque algunas tradiciones religiosas aceptan la idea de la reencarnación, los cristianos y los santos cristianos no. Pero los santos reconocerían que la sensación de extrañamiento es real.
«Nuestro hogar es el cielo», dice San Juan María Vianney, más comúnmente conocido como el Cura de Ars. «Sobre la Tierra somos como viajeros que viven en un hotel. Cuando se está fuera, uno siempre está pensando en el hogar.»
Una indicación de que nuestro hogar real no es esta Tierra, es el sentido innato de justicia y honradez con que todos nacemos. Incluso a los niños más pequeños se les puede oír decir «eso no es justo» cuando alguien hace burla. ¿Cómo podemos saber lo que es justo, salvo que tengamos algún conocimiento instintivo de algún lugar donde todo es justo, donde reina la justicia y donde no existen el sufrimiento y la muerte?
Cada uno de nosotros nace con una brújula en su alma que apunta no hacia el norte magnético, sino hacia el cielo. Como si fuese un aparato celestial que nos lleva al hogar, siempre está con nosotros, recordándonos que somos en verdad viajeros sobre la Tierra, y que nuestro hogar real, con su entono dispuesto a darnos la bienvenida, nos aguarda al final de nuestro viaje.