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martes, 19 de enero de 2010

SAN CANUTO 1040-1086


Patrón de Dinamarca, rey cristiano en tiempos bárbaros y turbulentos en los que se mezclan desconcertadamente empresas guerreras y misionales, invasiones, conquistas y actos de justicia no poco expeditivos con muestras de encendida piedad. El mismo caudillo que extermina piratas e invade Inglaterra, vuelve a su patria llevándose como piadoso botín las reliquias de san Albano, que se guardarán en una iglesia de Odense.
Ya proclamado rey, reprime con vigor implacable sublevaciones de sus súbditos, deposita su corona al pie del crucifijo, lucha contra los estonios y funda hospitales, iglesias y monasterios; no tiene nada de blando como monarca, pero nadie más solícito que él para con los ancianos y los enfermos, a quienes visita, consuela y colma de grandes limosnas.
Unos rebeldes le tendieron una trampa en la isla de Fionia, y después de fingir que se sometían le cercaron en la iglesia de San Albano con unos pocos caballeros leales. Allí confesó, se prosternó al pie del altar, perdonó a sus enemigos y se dispuso a librar la última pelea. Así murió Canuto, muy cerca de las reliquias que trajo de Inglaterra, se le consideró mártir, y en el año 1100 el Papa autorizó su culto.
Nuestra hipocresía de modernos y supuestamente civilizados puede ver con malos ojos esta contrastada figura del rey báltico que accede a la santidad en un mundo que quizá nos parezca desmedidamente cruel y primitivo, demasiado remoto para las actuales normas de convivencia ¿No era posible ser rey de aquella Dinamarca y ser santo? En un siglo de hierro él hizo cuanto pudo por ser un soberano a la imagen de Dios, que era lo que se le pedía
Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo