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miércoles, 27 de enero de 2010

Santa Ángela de Merici, virgen



Nació en Desenzano, Italia, en la ribera sur del lago de Garda, el año de 1474.  Pasó una infancia alegre y feliz.  Desconocía la pobreza y suspadres le transmitieron una sana devoción.  Pero Dios quiso acrisolar esa devoción en la llama de los sufrimientos; por eso llamó a la eternidad a sus padres, siendo ella muy joven todavía.  Con el fin de liberarse de los cuidados terrenos, renunció a su herencia y aceptó el hábito de la tercera orden de San
Francisco.
Encontró hospedaje en la casa de sus parientes, donde, por 20 años, como una servidora, cumplió con los trabajos más humildes, hasta que sintió la vocación de dedicarse especialmente a los niños.  Desde entonces consagró todos sus momentos libres en favor de los jóvenes.  Los niños sintieron la maternidad oculta en su alma generosa y acudieron a ella en toda circunstancia alegre o triste.  Con su carácter vivaz y activo les impartió clases sobre las verdades importantes de la fe y les enseñó canciones religiosas.  Sus pequeños
protegidos llevaron el espíritu nuevo a sus familias.
Angela se fue transformando en el ángel bueno de toda la región del lago de Garda.  Su fama se extendió y acudieron a ella personas de toda clase y condición, incluyendo príncipes y Sacerdotes, en busca de consejo espiritual.
Formó una Congregación Religiosa sin convento y sin votos, algo completamente insólito para la tradición de entonces.  Su obra se consolidó y se extendió rápidamente gracias a su oración, a su inteligencia práctica y a su personalidad, auténticamente femenina.  Nunca se elevó sobre sus discípulas.
Siguió siendo la última y la más humilde, aun cuando tuviera que dar órdenes y castigar.
No le importaba tanto la organización sino más bien la actitud correcta y el amor.  Su bondad no excluía a ninguno de los que venían a solicitar su ayuda. Pero no se conformó con el cuidado de la miseria corporal; siempre buscaba el alma del forastero para unirla de nuevo con el Manantial de toda Vida.
Angela Merici no vivió mucho tiempo después de la fundación.  En el invierno de 1539, la fiebre la postró en el lecho y falleció súbitamente el 27 de enero de 1540, en Brescia, Italia.  En 1807 fue canonizada y su carisma educativo en las escuelas católicas influyó también en América Latina.