De origen noble, fue condiscípulo de san Eulogio (11 de marzo) además de su biógrafo. Como hombre de letras, se volcó en el estudio de las Escrituras y la teología. Es autor de una Confesión en donde habla de su apostolado entre los mozárabes y su defensa de la fe en un medio tan hostil como la Córdoba de los Omeyas, ciudad en la que murió.
Etimológicamente significa “totalmente sabio”. Viene de la lengua alemana.
A pesar de la fragilidades en la Iglesia, la limpidez de corazón nos dejará ver una infancia de la Iglesia, hecha visible sobre la tierra por la confianza del corazón, la alegría serena de tantos hombres y mujeres, jóvenes, todos los pobres de Dios.
Su etimología encarna su vida. Este joven cordobés, una vez que hubo terminado sus estudios en la preclara universidad de Salamanca, se entregó como profesor a enseñar Sagrada Escritura.
Como tenía una profunda preparación intelectual, moral y religiosa, se dio a conocer más todavía como predicador.
Fue condiscípulo de otro gran santo, san Vicente Ferrer. La predicación fue para él un trabajo que desempeñó con amor y celo incalculables, sobre todo contra los antipapas que se habían establecido en Avignon.
Predicó por España, Portugal e Italia. A pesar de que no le agradaba mucho, aceptó por obediencia ser el confesor de la reina Catalina.
Cuando terminó toda esta agitada labor, pensó que lo mejor para su vida personal, era retirarse al convento de “ Santo Domingo de Scala Coeli”, en las cercanías de Córdoba.
Aquí se puede ver la ermita – felizmente reconstruida por Cajasur – en donde pasaba largos ratos de oración, penitencia y ayuno.
Se cuenta que un día pasaba por la puerta de un convento de Córdoba.
Se detuvo en seguida al ver a un mendigo pobre y abandonado.
Se lo cargó en los hombros y marchó con él al convento. Cuando el portero acudió para ayudarle, se dio cuenta de que era la imagen del Señor Crucificado. Tuvo el don de la profecía e hizo milagros. Murió el 19 de febrero de 1430.
Etimológicamente significa “totalmente sabio”. Viene de la lengua alemana.
A pesar de la fragilidades en la Iglesia, la limpidez de corazón nos dejará ver una infancia de la Iglesia, hecha visible sobre la tierra por la confianza del corazón, la alegría serena de tantos hombres y mujeres, jóvenes, todos los pobres de Dios.
Su etimología encarna su vida. Este joven cordobés, una vez que hubo terminado sus estudios en la preclara universidad de Salamanca, se entregó como profesor a enseñar Sagrada Escritura.
Como tenía una profunda preparación intelectual, moral y religiosa, se dio a conocer más todavía como predicador.
Fue condiscípulo de otro gran santo, san Vicente Ferrer. La predicación fue para él un trabajo que desempeñó con amor y celo incalculables, sobre todo contra los antipapas que se habían establecido en Avignon.
Predicó por España, Portugal e Italia. A pesar de que no le agradaba mucho, aceptó por obediencia ser el confesor de la reina Catalina.
Cuando terminó toda esta agitada labor, pensó que lo mejor para su vida personal, era retirarse al convento de “ Santo Domingo de Scala Coeli”, en las cercanías de Córdoba.
Aquí se puede ver la ermita – felizmente reconstruida por Cajasur – en donde pasaba largos ratos de oración, penitencia y ayuno.
Se cuenta que un día pasaba por la puerta de un convento de Córdoba.
Se detuvo en seguida al ver a un mendigo pobre y abandonado.
Se lo cargó en los hombros y marchó con él al convento. Cuando el portero acudió para ayudarle, se dio cuenta de que era la imagen del Señor Crucificado. Tuvo el don de la profecía e hizo milagros. Murió el 19 de febrero de 1430.