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jueves, 18 de marzo de 2010

SAN CIRILO DE JERUSALÉN

Obispo y doctor de la Iglesia  315-387
San Cirilo de Jerusalén era un hombre lleno de paz y mansedumbre en medio de las agitaciones de su tiempo. Nació en Jerusalén o cercanías hacia el año 315. Nada sabemos de su juventud. Hay indicios de que la pasó en la vida monástica, en estudio y oración. Tendría unos treinta años cuando San Máximo de Jerusalén le ordenó sacerdote.
San Cirilo fue consagrado como obispo de Jerusalén alrededor del año 350, y murió el 386 ó 387. Era la época en la que la Jerusalén cristiana brillaba con toda la luz de su breve esplendor en la juventud de sus basílicas y el fervor popular de las procesiones que se desarrollaban a lo largo del año: desde Sión, «la madre de todas las iglesias» (Liturgia de Santiago), hasta el Calvario, y del Monte de los Olivos a la Anástasis, la basílica de la Resurrección.
El ministerio pastoral de Cirilo conoció múltiples tribulaciones unidas a su defensa de la fe definida en Nicea. Por tres veces se vio obligado el obispo, a causa de ello, a tomar el camino del exilio, y, la tercera de ellas, durante once años (367-378). Cirilo sufrió la prueba con entusiasmo, como auténtico testigo de la divinidad de Jesús.
Algo de esta fe, junto con su deseo de difundir el amor a Cristo, se echa de ver en sus Catequesis bautismal, que se remontan, a lo que parece, al comienzo de su episcopado.
Uno de los misterios que trata con más precisión es el de la presencia real. Dice a los neófitos: "Bajo la figura del pan recibís el Cuerpo de Cristo, y bajo las apariencias de vino recibís su Sangre, y esa recepción hace de vosotros un solo cuerpo y una sola sangre con Él".
Luego explica cómo acercarse los fieles a la sagrada mesa: "Haced de vuestra mano izquierda como un trono en que se apoye la mano derecha, que ha de recibir al Rey. Santificad luego vuestros ojos con el contacto del Cuerpo divino y comulgad. No perdáis la menor partícula. Decidme: Si os entregasen pajuelas de oro ¿no las guardaríais con el mayor cuidado? Pues más preciosas que el oro y la pedrería son las especies sacramentales" .
"En la figura del pan se te da el Cuerpo y en la del vino la Sangre; para que tú, recibiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo, te hagas un cuerpo y una sangre con él; a fin de que seamos cristóforos, portadores de Cristo, al comunicársenos a nuestros miembros su Cuerpo y su Sangre".
Asiste al concilio I de Constantinopla, ecuménico II, tiene el consuelo de ver el triunfo de sus ideas y contempla con gozo que va renaciendo la concordia.
Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo.