Sintoniza en directo

Santoral

Visita tambien...

viernes, 10 de septiembre de 2010

SAN PEDRO DE MEZONZO, OBISPO S. X

pedromezonzon.jpg (6655 bytes)
Nació en el norte de Galicia en la primera mitad del siglo X. Aún niño ingresó en el monasterio de Santa María de Mezonzo y de allí, ordenado presbítero, fue al de Sobrado dos Monjes antes del año 960. En Sobrado fue abad. Más tarde, lo fue del monasterio compostelano de Antealtares, coincidiendo con la presencia en el de san Rosendo. En el año 995 es obispo de Compostela. En su tiempo se produce la razia de Almanzor, en la que el santo obispo dio ánimos a sus fieles llenos de temor, pidiendo la ayuda de María Santísima, para la que compuso la Salve Regina. Libró de la profanación las reliquias del santo Apóstol. Reconstruyó, además la Catedral.


SAN NICOLÁS DE TOLENTINO 1245-1305
nicolastolentinon.jpg (9316 bytes)De sus padres dice el Proceso de Beatificación: "Eran personas de mucha fe bien vivida y buenos cristianos y frecuentaban las prácticas de piedad... De ellos se decía comúnmente que eran buenas personas, que se abstenían de hacer el mal y obraban el bien". Y el mismo hijo, nuestro Nicolás, nos presta este hermoso testimonio: "Mi padre y mi madre me dijeron en muchas ocasiones que, a pesar de no ser personas ni de talento m ricas en medios económicos, deseaban hijos y para ello hicieron votos a San Nicolás de Bari que si el Señor les daba prole por su intercesión la consagrarían a la vida religiosa igual que fuese hijo que hija. Hecho el voto, fueron peregrinos a Bari para alcanzar cuanto le habían pedido. Al volver mi madre, me dio a luz como ella me refirió. Pero ya está bien tú no quieras saber más y a nadie cuentes cuanto te he dicho".
Nicolás de Tolentino, nacido en Fermo, cerca del Adriático, en la marca de Anona, recibió este nombre por la devoción que tenían sus padres a san Nicolás de Bari, perteneció a la orden de san Agustín y residió la mayor parte de su vida en un convento de Tolentino, no lejos de su lugar natal.
Este santo fue popular por su fama de milagrero, y como "el santo de los milagros" le evoca Lope de Vega en una de sus comedias, pero es también conocido como abogado de las almas del Purgatorio--de las que se dice que tuvo una terrible visión pidiéndole sufragios--y protector de la Iglesia.
Fue asimismo hombre de grandes mortificaciones, que ayunaba de forma casi perenne, predicador ilustre, contemplativo y objeto de insólitas manifestaciones de la predilección de Dios.
Sin menospreciar todos estos aspectos de su personalidad, subrayemos otro no tan llamativo, pero que no se había borrado de la memoria de los que se habían confesado con él, y que así lo declararon en el proceso de canonización: era un confesor muy misericordioso, se reservaba la severidad y los malos tratos para sí mismo, pero con sus penitentes era todo benevolencia; tenía, como suele decirse, buenas absolvederas, y solía imponer penitencias muy leves, ya que él se ofrecía a reparar los pecados de los demás disciplinándose y ayunando por ellos.
Una de las muchas cosas que hizo fue predicar en las calles. Como entonces las cosas eran diferentes, no se encontró con la burla que probablemente encontraría hoy, sino que, de hecho, tuvo gran éxito. Usó un método adecuado para sus tiempos; de haber vivido hoy, habría indudablemente utilizado un método de comunicación más adecuado a la tecnología de hoy en día.
Ser capaces de comunicarse es esencial en la sociedad actual, tan acelerada. Una de las razones por las que San Nicolás tuvo tanto éxito fue por su contacto directo con la gente a la que quería acceder,.
A veces, bajo el disfraz de ser eficientes, usamos técnicas modernas para aislarnos más. Nos ocultamos detrás de nuestras pantallas de ordenador y nuestro correo sonoro sin salir nunca realmente a hablar con los demás. Pero cuando usamos la tecnología como un modo de evitar el contacto, perdemos de vista una de las realidades fundamentales de la vida: necesitamos a la otra gente. Si queremos tener relaciones profundas y llenas de significado, hemos de tener un contacto de la vida real, no sólo una apariencia de intimidad a través de la tecnología. Necesitamos el contacto humano para seguir siendo humanos.
FRANCISCO GÁRATE. religioso 1857-1929
franciscogarate.jpg (21285 bytes)Francisco Garante nació en Azpeitia, Guipúzcoa, el 1857. Se sintió muy pronto inclinado a la vida religiosa, concretamente en la Compañía de Jesús. Hizo el Noviciado en Poyanne, y los votos religiosos en 1876.
Solo tuvo dos destinos en su vida religiosa. Once años en la Guardia (Pontevedra), como enfermero y sacristán, desde 1877 a 1888, y 41 años y medio en Deusto, como portero y sacristán. Así fue de sencilla su vida. ''El santo portero de Deusto", como se le llamó, hizo de la portería su gloria y su corona. Allí dio gloria a Dios. Allí sirvió a sus hermanos.
Solo hizo tres salidas en esos 41 años: Tres días en Loyola en 1921 para celebrar las fiestas centenarias de la Herida de su ilustre paisano San Ignacio en Pamplona. Un día en Orduña en 1927 para asistir a las bodas de oro de su hermano Ignacio. Y un día en la enfermería en 1929. Menos de un día: a las pocas horas iba a encontrarse con el portero del cielo.
El Decreto de virtudes heroicas le llama "el Santo de la vida ordinaria". Cifró la santidad en cumplir a la perfección su obligación. Por ello veneramos en el H. Gárate al santo de la vida profesional. Es un profesional santo. Un santo profesional. Hizo lo ordinario extraordinariamente bien. No tuvo heroicidades específicas, ni actos heroicos deslumbrantes. Esto recuerda lo que en El Divino Impaciente, de Pemán, aconseja Ignacio a ,Javier: "No hay virtud más eminente que el hacer sencillamente lo que tenemos que hacer".
La mejor escuela para el H. Gárate fueron los Ejercicios de San Ignacio. Estar siempre dispuesto "para venir en perfección en cualquier estado o vida que Dios Nuestro Señor nos diere a elegir... Piense cada uno que tanto aprovechará en todas cosas espirituales, cuanto saliere de su propio amor, querer y interés".
El H. Gárate fue pura entrega a todos, en todo, día y noche, sin preferencias, como no fueran los pobres. Nunca tuvo tiempo para él, ni "puentes" ni vacaciones. No distinguía entre actividades naturales y sobrenaturales. En todo adoraba a Dios, en todo servía a los hermanos. "Voy, Señor", decía, cuando querían algo de él. "EL Hermano Finuras", le decían los alumnos.
El Hermano iba sonriente y ágil por el inmenso edificio de la Universidad, como endiosado. Veía a Dios en todo, en todos. Sonreía, suave y afable con todos, cuidaba de todo, porque amar es servir: servicialidad inagotable, envuelta en afabilidad, día y noche, a todas horas El Santo de la vida ordinaria, sí. Pero, de ordinario, nada. Todo era un acto de amor  extraordinario, una respuesta generosa dándose con todo amor, una oblación total de su querer y libertad a su Divina Majestad, una entrega sin límites, sin reservas, sin horarios, a todos sus hermanos.
El H. Gárate fue un contemplativo en la acción. Un profesional contemplativo. Una tarea que se resuelve en amor y servicio, sin llevar la cuenta, por amor. El se sentía don de Dios y quiso hacer de su vida un don.
Y así 41 años y pico. Le costó dejar su templo, su cuartucho de la portería. El 8 de septiembre de 1929 por la tarde lo trasladaron a la enfermería. Sólo 13 horas. Al amanecer del 9 volaba a los brazos del Padre, de los que nunca se había separado. El suave aroma de sus virtudes aún perfuma el campus de la Universidad. " La gran lección del H. Gárate, recordaba el P. Arrupe, es la mejor lección impartida en Deusto".
El 6 de octubre de 1985 era solemnemente beatificado el humilde portero de Deusto - otro San Alonso Rodríguez - por el Papa Juan Pablo II.

OTROS SANTOS: Hilario, papa; Pedro, Salvio, Agapito, Nemesiano, Félix, Lucio Liteo, Poliano Víctor, Jaderes Datlvo, Teodardo, obispos: Sóstenes, Apeles, Lucas, Clemente mártires; Pulqueria, emperadora; Beato Carlos Spínola, Sebastián Kimura, S. J. y compañeros; beatos Alfonso Mena y Alfonso Navarrete, mártires; Beato Vicente de San José, mártir; Beatos Domingo Castellet y Luis Eixarc, mártires; Beatos Francisco Morales y José de Salvanés, mártires; Beato Jacinto Orfanell, mártir; Beato Ogler, abad.