Era un judío de Jerusalén, sin duda helenizado (además de su nombre hebreo, Juan, usaba el grecorromano de Marcos), que sin ser uno de los apóstoles pertenecía al círculo de los primeros seguidores de Jesús, lo mismo que su madre, una tal María, y su primo, el chipriota Bernabé.
Tanto los Hechos de los Apóstoles como las Cartas de San Pablo y de San Pedro, nos permiten entrever el puesto que ocupaba San Marcos dentro de la comunidad primitiva. Partiendo de Jerusalén, en donde Juan Marcos poseía una casa, podemos seguirle en sus viajes apostólicos, al lado de su primo Bernabé y de Pablo, y más tarde solo con Bernabé, a principios del año 52.
Diez años después, volvemos a hallarle en Roma, colaborando con Pablo, y luego con Pedro. A Marcos le gusto siempre, bien fuera por temperamento o por virtud, actuar en segundo plano, junto a una personalidad más relevante que la suya. Dentro de esta misma línea fue como compuso su Evangelio, recogiendo la catequesis romana de Pedro. Pero el estilo tan vivo, tan concreto y directo del evangelio de Marcos nos podría decir mucho sobre el alma de su autor.
El ilustre predicador Bossuet refiriéndose a lo bien que supo sintetizar la doctrina de Jesús predicada por San Pedro llamó a nuestro Santo "el más divino de los compendiadores".
Pedro amaba con cariño a Marcos. Le llama "mi hijo Marcos" (1 Pe 5, 13). El evangelista Marcos escribe con fluidez, sencillez, en estilo directo y sólido a la vez. Es el más breve de los Evangelios (16 capítulos) y se propone probar la Divinidad de Jesucristo.
Marcos se halla en Roma el año 67 cuando mueren los dos Apóstoles San Pedro y San Pablo.
Juan Marcos ha jugado un papel muy importante en la evangelización como lo demuestran estas palabras de San Pablo que el 62 dice a Timoteo: "Trae contigo a Marcos, pues lo necesito para el ministerio evangélico". Después parece que extendió el Evangelio por diversos países: Egipto, Aquilea, Cirene... Quizá expiró el año 68.
Ya desde el siglo III se le atribuía a San Marcos la fundación de la Iglesia de Alejandría y su tumba era venerada en las afueras de la ciudad. A partir de entonces, la Iglesia copta de Egipto se ha adherido siempre a la «Predicación de San Marcos. Unidos a ella saludamos hoy al que llama «el contemplativo de Dios, e imploramos al evangelista por todas las comunidades cristianas que conservan la fe en Jesucristo dentro de los piases del Islam compartiendo con sus hermanos de raza la adoración del Único Dios.
En el siglo IX unos mercaderes llevaron sus reliquias a Venecia, y la república de las aguas le hizo su patrón, le erigió una grandiosa basílica y paseó en triunfo por los mares su emblema del león alado (quizá por alusión a una de las primeras frases de su evangelio), prolongando su inquietud desde las antiguas huidas a los grandes viajes de misión