Natural de Cerdeña, era diácono y hombre de confianza del papa san León, quien en el 449 le mandó a Éfeso como legado para asistir al concilio que el propio pontífice debía llamar más tarde «latrocinio». Enlazamos aquí con la historia de san Flaviano, evocada el día 18 de este mes y a cuyas vejaciones Hilario asistió horrorizado e impotente.
Temiendo por su vida ante aquellos energúmenos y llevando consigo la apelación que Flaviano dirigía al Papa, Hilario se puso bajo la protección de san Juan evangelista, cuya tumba se veneraba en las afueras de Éfeso, y allí hizo un voto al discípulo amado del Señor, cuyo culto era entonces casi inexistente en Roma.
Consiguió volver sano y salvo a Roma (desde donde escribió a la emperatriz Pulqueria informándole de lo sucedido), y a fines del 461 sucedió a san León en la Silla de Pedro. Gobernó la Iglesia durante siete años, durante los cuales no se produjo ningún hecho de gran relieve.
Vemos a san Hilario ocupándose de cuestiones de disciplina (usurpación de episcopados, abusos en la consagración de obispos sin el consentimiento de los metropolitanos, consagraciones ilegales, etc.) y oponiéndose a que se propagaran herejías como la del macedonio Filoteo.
¿Olvidó el voto de Éfeso? No, hizo edificar dos oratorios en la basílica constantiniana de Letrán--aunque muy transformados, aún subsisten - que dedicó a san Juan Bautista y a san Juan Evangelista y así el nombre de Juan quedó vinculado para siempre a Letrán. Dos inscripciones recuerdan su iniciativa.
Este agradecido papa recibió sepultura en san Lorenzo extramuros.
Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo