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sábado, 25 de septiembre de 2010

SAN CLEOFÁS S. I

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El sepulcro del Señor está vacío y unos ángeles reprochan a las santas mujeres que querían ungir su cuerpo: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?". Ha resucitado, anuncian, pero Pedro y los demás apóstoles no se atreven a creer una cosa así.
Aquel mismo día dos discípulos van a Emaús, a unas dos leguas - como diez kilómetros - de Jerusalén, y por el camino «conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado». Uno de ellos, nos dice san Lucas, se llamaba Cleofás.
Se les une otro viajero al que no conocen «porque sus ojos estaban ofuscados», y cuando se interesa por lo que hablan Cleofás se maravilla hasta casi increpar al caminante: «¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha sucedido?». Y le resumen los hechos tan increíbles y turbadores.
Él exclama: «¡Oh insensatos y tardos de corazón», y les recuerda que todo estaba previsto en los profetas. «Se acercaban a la aldea adonde iban y Él fingió seguir adelante. Le rogaron con insistencia: Quédate con nosotros porque es tarde y el día ya declina». Se sentó a la mesa con ambos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio, y entonces le reconocieron.
Cleofás y su compañero no saben ver más que lo que ven, achaque muy común, ni siquiera reconocen a Jesús cuando les habla (eso sí, de incógnito, que es lo usual), pero tienen un impulso magnífico: «Quédate con nosotros». Y esto tan simple parece bastar.
Uno piensa a menudo que todo está perdido, que no entiende nada, que es tarde y el día ya declina, y entonces sólo se le ocurre esta humilde petición sabiendo que será escuchada: Quédate con nosotros.


SANTA TERESA COUDERC 1805-1885
teresacoudern.jpg (11810 bytes)El lema de Santa Teresa Couderc pudo haber sido: «Si no puedes decir algo bonito, entonces no digas nada en absoluto.» Bien sabe el cielo que tuvo suficientes motivos para hablar en su defensa. No sólo fue aislada de la comunidad de monjas que había fundado, debido a falsas alegaciones sobre su salud y capacidades, sino que fue obligada a hacer el trabajo manual más duro de la comunidad a lo largo de trece años. Durante ese tiempo, nunca respondió a sus acusadores sino que, en cambio, hizo lo que se le pidió con paciencia e indulgencia. Al final de su vida, su aguante fue recompensado cuando fue restaurada a la comunidad y reconocida públicamente como su fundadora.
Algunas personas no han aprendido a mantener sus bocas cerradas. Sus cerebros parecen estar unidos directamente a sus lenguas. Escupen cualquier cosa que irrumpe en sus cabezas, sin apenas consideración de las consecuencias. Aprender a gobernar nuestra lengua puede ser una de las lecciones más difíciles que cualquiera de nosotros tenga que aprender. Nuestra lengua nos mete en más problemas que ninguna otra parte de nuestro cuerpo. «Por grandes que sean los barcos son dirigidos por timones muy pequeños en cualquier curso que el impulso del piloto pueda decidir. La lengua es algo así. Es un miembro pequeño, pero con grandes pretensiones», dice Santiago. Si podemos aprender a mantener nuestra boca cerrada cuando nuestras palabras serían dañinas o perjudiciales, habremos avanzado un largo camino en el aprendizaje del control de nosotros mismos y la autodisciplina que todos deseamos tener.

OTROS SANTOS: Nª. Sª. de la Misericordia; Nª. Sª de la Fuencisla; Emilio, diácono y Jeremías, mártires; Fermín, obispo;  Herculano, Paulo, Tata, Sabiniano, Máximo. Rufo, Eugenio, Bardomiano, Eucarpo, mártires; Lupo, Anacardo, Solemnio, Principio, Vicente María Strambi, obispos; Aurelia, Neomisia, vírgenes; Bernat Calvó, obispo; Beato Jesús Hita y compañeros mártires; Beato Lorenzo de Riopafratta.